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Subasta 1038, Lote # 123 VIRGEN DE LA ANTIGUA
PUEBLA, SIGLO XVIII
Firmado: Alexo fecit
Nueva España
Óleo sobre tela
Restaurado, grietas en lienzo y capa pictórica. Ligeras perforaciones
178 x 112 cm
La vera efigie original de la Virgen de la Antigua, reside en la catedral de Sevilla, España, el Mare Nostrum que brilló como foco poderoso para atracción de comerciantes de los mundos conocidos y se abrió desde el siglo XV hacia las Indias. En ese ambiente cosmopolita que se desarrolló con notable impulso después de la conquista cristiana en el siglo XIII también florecieron las herejías, trabajó incansablemente la Inquisición y por tanto cualquiera podía ser sospechoso de alguna incorrección o desviación. En ese tormentoso ambiente religioso de convivencia entre cristianos, judíos y musulmanes, conversiones forzosas y masivos autos de fe, se estructuró la nueva Sevilla cristiana, cuyo corazón fue la sede donde brilló el culto aureolado por la leyenda de Nuestra Señora de la Antigua.
La leyenda que quiso ver aparecer a la virgen en el muro de la vieja mezquita ilustra el ambiente anteriormente mencionado. Desde el siglo XIII, en especial hasta el XV, la conquista cristiana de Sevilla, Valencia, y todo Al-Andaluz, hasta terminar con la caída de Granada, está acompañada por relatos de mariofanías, apariciones y hallazgos milagrosos de imágenes marianas que en general tuvieron su espacio en el ámbito rural, protagonizadas por personajes sencillos (labradores, campesinos) y que se caracterizaron por un empecinamiento por parte de la imagen de quedarse ahí, donde además debía construirse su templo.
En 1524 el cabildo catedral sevillano extendió la intermediación de la Antigua desde su cofradía hacia las catedrales indianas, para lo cual acordaron que se viera la necesidad de enviar copias de la imagen. Como culto de catedrales, su huella puede seguirse por Puebla, Pátzcuaro primero y luego Valladolid, Oaxaca, Lima, Cuzco y las primeras sedes del Caribe. A pesar de esta difusión, de su impronta catedralicia fundacional nos dice mucho el viaje hacia Nueva España de Juan de Palafox en 1640 quien, además de la visita encomendada por el Consejo de Indias, llegaba a hacerse cargo del gobierno de la catedral de Puebla. Casi frente a las costas de México, la flota en que viajaba tuvo que enfrentar una peligrosa tormenta que el obispo narra en su obra Vida interior. Para alejar al peligro, echó mano de todas las reliquias que traía, como un hilo de algodón del pañuelo de la Virgen (entre otras) y una imagen de Nuestra Señora de la Antigua que pensaba destinar a su catedral poblana.
Respecto a su iconografía, puede verse a la Virgen sosteniendo con una mano a su hijo y con la otra una rosa, símbolo de la aromática encarnación de María, en la interpretación de san Ambrosio. Asimismo, la mano de Jesús se extiende en un gesto que se interpreta, de manera brillante y a la luz de las discusiones teológicas de la época, como la afirmación, desde sí mismo, de su doble naturaleza, humana y divina, hijo de Dios y de una mujer. El brocado áureo que visten María y el Niño resplandece en exquisito contraste con el rosa pálido de los atuendos angélicos y el tono oscuro de las pieles de ambos, destacando particularmente la belleza del rostro mariano, cuyos ojos, miran acogedoramente al ser que se aproxima.
Fuente: Sigaut, Nelly. Reseña: Magdalena Vences Vidal, Ecce Maria Venit. La Virgen de la Antigua en Iberoamérica, Historia mexicana. vol.64 no.3 Ciudad de México ene./mar. 2015.
Estimado $600,000-800,000
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